Una mirada mas de cerca

11.5.16

Columbograma



Ayer rescaté un ave de ser atropellada, estaba recostada a media calle, con la tranquilidad de quien se prepara a morir; al principio antes de todo el alboroto, le vi en el camellón, estaba simplemente ahí como si fuera un objeto más, un adorno entre las hierbas. la oleada de autos inminente no le procuraba prisa alguna y llegué a quitarla antes de todo. probablemente solo quería morir rápido y le he cagado el plan. las aves entienden de manera absoluta la muerte y lo que implica, tan solo hace unas semanas una urraca cayó del nido justo a media calle, era sábado, el alboroto de las demás me hizo salir de casa y antes de poder llegar a ella un carro la aplastó frente a mis ojos, supongo que no es la primera y ni la última vez que esto suceda en la ciudad, pero nunca antes había tenido tal deformación de un ser vivo frente a mis ojos, fue perturbador, las aves aledañas entendieron de inmediato que estaba muerta después de corroborarlo con el pico al intentar molerla un poco y enseguida se retiraron. moví los restos al césped cercano y la imagen se quedó conmigo desde entonces.

Está ave que quité de entre el asfalto, estaba calma, se movía poco y casi no oponía resistencia; ya en un lugar lejos de los autos y su velocidad dañina, le procuré algo de agua y alimento, pero se mantenía en su calma y movimiento casi nulo. le busqué un espacio tranquilo en el frente de mi casa y a la mañana siguiente estaba muerta. todo el tiempo trato de mantenerse alejada y tranquila, se mantenía al margen de las cosas y buscaba lugares escondidos. 

¿Cuándo esté a punto de morir trataré de alejarme de todos y todo?


Probablemente la muerte anda cerca, y está advirtiendo los sucesos; enviando aves mensajeras, de poco en poco para dar su mensaje a entender. sutilmente y frente a mi casa llegan, suceden y se quedan.

9.5.16

Starman

Tres estatuas en un jardín te recuerdan.
sin una sola flor.

Me ha despertado el golpeteo constante en la ventana, he creído que alguien llamaba en la madrugada de lo que sería un lunes; después de mantenerme despierto unos segundos me he dado cuenta que es el granizo que se violenta contra la pared y la ventana y el resto que le sigue.
No quiero saber la hora, quiero creer que tengo unos minutos más para seguir rodando entre sábanas antes de salir a llenarme de voces que no conozco, de captar gestos que no son para mí, las manos atravesadas a la altura de mis ojos, los golpeteos entre cada estación y de pronto todo se calma un poco.

La ciudad tiene  días tranquilos y son una sorpresa del todo, como la semana pasada cuando de pronto no había nada de autos en las calles y daba un aspecto de abandono; caso contrario al caos vehicular cuando las grúas ponían unas vigas de acero esta tarde.

A veces los silencios en el auto de regreso a casa son como pequeños oasis, D voltea por la ventana mientras el tráfico no avanza, generalmente es cuando estamos en el paso a desnivel y se ven a los lejos las casas y las fabricas entremezcladas sin un orden benevolente; otras veces vamos husmeando entre los conductores vecinos, escuchando lo que ellos dicen o escuchan a la par, viendo lo que hacen o de qué manera lidian con la hora pico.

En ocasiones, D y yo tenemos una conversación y no hablo de meramente decir una bola de estupideces sin orden especifico, más bien tocamos un tema central y tenemos un momento de conexión con la complejidad de lo que ocurre en esta ciudad; quisiera mentirles y decirles que hablamos de temas trascendentes para el desarrollo de la humanidad, peor los temas son de trascendencia local, como las veces en que mi jefe ha puesto dinero de más en mi pago por error y si mi moral debería devolverlo, o las veces en las que D dice que no hay más y suelta la bocanada mientras maneja con la rodilla, pues ambas manos están ocupadas entre la boquilla y la ventana.


Y justo cuando estamos llegando a una conclusión, resulta que estamos llegando del todo.

2.5.16

Chances

Entonces, para mi era muy relevante que al cumplir los 27, van Gogh me acompañara a todos lados, que estuviera en el momento en el cual los perros dejan de ladrar y las lámparas serpentean entre el viento y los árboles; que de alguna manera se pudiera poner al tanto de lo que ocurre y luego ya en casa, al cobijo de la tranquilidad hogareña me diera su veredicto.

El compañero de ruta, como quien se pasa los problemas en el dilema del circunloquio absoluto, y ahí en el centro de todo el silencio, entre los nudos de garganta y el dolor de cabeza; llega de un golpe con la solución adecuada y el momento se torna una victoria.


Aún y cuando no suceda del todo así, siempre quedaran las noches melancólicas, las mañanas llenas de color, y los girasoles salvajes. A pesar de las peleas absolutas y disputas de opiniones encontrados, uno siempre termina en el mismo barco.