Apenas he cruzado la puerta y no
puedes culparme del todo; recién llegaba de un mar de tráfico entre media
ciudad y tu presencia. Justo cruce y entonces te vi. no puedes maldecirme, ;tu
vestido floreado como desde la primera vez, tu labial nulo, el albor del horno con la cena; tú en
medio de todo con una mirada desconcertante.
No hay poesía en tus labios, ni
en los besos que me das, las caricias que vacías sobre mi piel están
desabridas; hay algunos detalles que prefiero omitir, pero que tengo bien
presentes. Siéntate un momento mientras decidimos que hacer, porque no hay peor
invierno que el que está condenado con tu ausencia. No mientras las personas
sigan con su rutina y yo sigo en una especie de shock mientras terminas de
maquillarte.
Me enferma saberte, es como una
sensación horrible que me surge de pronto, me siento mal y me da un asco
terrible; ahora comprendo a J y sus situaciones de asco repentinas y me siento
avergonzado porque es horrible. No hay nada más horrible que el verte de manera
repentina cuando se tiene una paz establecida.
No podemos perder el control con
esto que tenemos aquí; no después de tantas maneras horribles que tenemos de
postergarlo todo. Hay momentos a los que no les falta nada, momentos que me
llenan de nauseas; momentos que por el contrario les sobra todo y me llenan de
un tranquilidad estúpida.
Así que cuando digo que no enfades de mí, me refiero a que es viernes de
fin de mes; las personas se encuentran frenéticas porque no tienen un lugar
contigo en él, no tienen un maldito ligar al cual llegar. En cambio mírame frente
a ti y tu desconcertada.