Hacia unos meses que había terminado mi prodigioso curso por correspondencia, de hipnosis a distancia. En ese momento sonreía como un niño pequeño, estaba ansioso por probar mis nuevos conocimientos y tener hazañas memorables. No tan memorables como esa pelea que perdí en secundaria contra un tipo que media lo doble que yo, y sin embargo ahí estaba en medio de todos los demás niños gritando: “pelea, pelea”.
Entonces busque alguna víctima, alguien de mente débil, (realmente no podía dejar de sonreír y planeaba que haría con mi esclavo en sueños) alguno de mis conocidos; después de todo confiaban en mi y tal vez me harían caso a alguna petición extraña.
Esa noche conocí a Mayra, no es que la conociera realmente, si no que sabia quien era y ella sabia quien era yo; supongo que estaba bien.
Y ahí estaba sentado en nuestras respectivas habitaciones a kilómetros de distancia, yo trataba de concentrarme en su mente, específicamente en dormirla, algo que no sería muy difícil, pues siempre aburría a las chicas cuando estaba en preparatoria.
En fin, no funciono todo iba bien hasta que por medio de la computadora le dije que cerrara los ojos. Fue donde perdimos contacto
Ya me lo esperaba de estos cursos de mierda, y con el dinero que me ha costado.