Entonces, para mi era muy
relevante que al cumplir los 27, van Gogh me acompañara a todos lados, que
estuviera en el momento en el cual los perros dejan de ladrar y las lámparas serpentean
entre el viento y los árboles; que de alguna manera se pudiera poner al tanto
de lo que ocurre y luego ya en casa, al cobijo de la tranquilidad hogareña me
diera su veredicto.
El compañero de ruta, como quien
se pasa los problemas en el dilema del circunloquio absoluto, y ahí en el centro
de todo el silencio, entre los nudos de garganta y el dolor de cabeza; llega de
un golpe con la solución adecuada y el momento se torna una victoria.
Aún y cuando no suceda del todo
así, siempre quedaran las noches melancólicas, las mañanas llenas de color, y
los girasoles salvajes. A pesar de las peleas absolutas y disputas de opiniones
encontrados, uno siempre termina en el mismo barco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por un momento piénsatelo bien.