La ciudad era nuestra; pues entre
las calles empedradas y las esquinas con una pendiente elevada, no había nada más
que frio. la gente se recogía temprano, salvo los hippies de la plaza
principal, que se mantenían errantes a esta costumbre de los lugareños. toda la
historia en si es una travesía, una que comienza en jueves y acaba en domingo;
luego de unas horas entre la nieve y el olor a bosque, uno se encuentra de cara
al desierto, a las estaciones de trenes fantasma y ruidos cíclicos de niños
jugando. las vueltas se hacen más seguidas y las piedras se van sintiendo más
entre el ayuno, pues así es el recorrido en la búsqueda del venado azul.
Después del drama de los barrancos
y deslaves, uno puede encontrar la tranquilidad del pan de nata y los túneles
oscuros, nunca mi claustrofobia se vio tan pública. es entonces como llegamos
al principio, la ciudad bajo nuestro dominio, las calles empedradas, las
esquinas elevadas, los caballos a la espera y el desierto llamando en cada
resolana. apenas y pude dejar las cosas en el cuarto, verme al espejo y
preguntarme si estaba bien del todo, es decir, realmente bien.
Una vuelta entre la plaza y los
niños que tranquilamente leían harry potter, el arte huichol y el olor a libertad
que uno puede sentir en todo el lugar, una camioneta accedió a llevarnos,
perdernos y regresarnos al desierto, pero de desierto no tenía mucho, pues las
lluvias resientes lo mantenían medio verde. justo al salir del pueblo y con la
mente puesta en la aventura y el peligro, los barrancos hacen que uno se
pregunte si es buena idea el viajar en el techo del vehículo. el paisaje de
encargaba de contestar a momentos, pues entre lo verde, florido y las cascadas
que salen a momentos para decirte que todo está bien, se encuentran las bardas
que protegen la ciudad. lo mejor es cuando uno ve a los demás que están ahí para
perderse, para no saber nada y mas que no saber nada, aprenderlo todo, pero más
que saber el universo, están ahí para saberse, su lugar ante la vida y su lugar
antes su propia vida.
El desierto tiene una magia que
no quiero arruinar tratando de decirles, así que no lo hare. por favor vívanlo
por ustedes mismos.
Luego del sabor a monte y el
silencio furtivo, le queda a una sensación cítrica que es difícil olvidar; podría
decirse que ese fue mi primer beso para con el mundo. a partir de aquí todo se
vuelve difuso y hay dos alternativas:
I
Regresamos, cansado y algo extrañados de todo lo que nos rodeaba, todo parece más brillante y nuevo; el tipo de al lado dice que puede ver fuego blanco y que es justo lo que esperaba. sencillamente me parece que hay algo extraño, pero no puedo identificarlo con certeza. luego hay unos átomos y enlaces químicos, sonidos fuzz de guitarras conocidas y al final Marque-moon. el espejo, el agua y el filamento del foco que a su vez es la puerta al microcosmo, con un gusano dentro de él bailando solo para mí.
II
Hay una ráfaga de viento, recorriendo la ciudad, está buscándome sin descanso; hay como 15 tipos, que vienen directo hacia mí, pero pasan de largo a buscar refugio, de a ráfaga de viento. hay un camarote, una nausea que no se va, una silencio y un vaivén ligeramente perceptible. luego del naufragio, hay gente dormida y la ráfaga hace las pases conmigo, me deja ver lo claro del cielo, el brillo de las estrellas y la cercanía de la luna. los perros ladran, se escucha música –siempre se escucha- y poco a poco uno siente, eso es lo bonito de todo, pues al final uno realmente siente.
El querer volver es el sentido más
bonito, claro después del sentir mismo