Una mirada mas de cerca

24.11.16

Vértigo



De pronto una ruptura un espacio habitable, como el de una concha mientras las olas golpean. El viento cobija cada línea y segmento; bañados en luz nos dispersamos entre ranuras y fragmentos. Movimientos erráticos firmes, de lento procesar como acumulando impacto. Sonidos regresan, dan la vuelta tranquilos. Espero sentado.

Hay algo absurdo en el vértigo, no en el sentido romántico de creer que la profundidad nos llama, nos atrae sin nuestro consentimiento y nos sentimos rendidos ante su imponente presencia. Va más en el sentido evolutivo, de saberse lejos de las ramas. Nos toma años poder separarnos de nuestros orígenes incómodos y por fin caminar erguidos, distanciarnos brevemente de aquello que nos mantenía a salvo.

Algo parecido sucede cuando las personas con las que interactúas siguen un rumbo distinto y de lejos puedes ver como la diferencia crece en aspectos diversos y te sientes aleado, pero no puedes evitar preguntarte donde estás parado ahora.

Hay un tercer aspecto, una clase de vértigo emocional; puedes ver los destrozos del naufragio inminente, los errores aguardando y las malas decisiones. Brevemente te seducen y temes caer. Aguardando frente a la plaza y el auto encendido; tu cigarrillo termina por consumirse y apenas y puede dar una bocanada. La luz se enciende, las puertas se abren. El auto arranca.


¿Qué haces?

16.11.16

Hola Frank



La alarma ha pasado de largo, no hay tiempo para descubrir el ¿por qué?  Mientras tomas una ducha breve, el poco tiempo para tratar de descubrir cómo te sientes se escapa por la coladera. El almuerzo se ha enfriado antes de tiempo, sales a prisa y descubres que después de todo hace un lindo día y el cielo claro te recuerda que pasarás un largo tiempo entre las paredes de la oficina.

Afuera en el mundo real la gente sigue teniendo los problemas habituales, un tipo toca el claxon esperando mejorar el flujo del tráfico; en la esquina no hay tiempo para dejar a un peatón cruzar, mientras tanto los vendedores ambulantes comienzan a estorbar y la gente de los autos se pone agresiva con las personas incorrectas.

De pronto la pantalla de tu móvil te recuerda a personas que no te interesan del todo y te narra con detalle sus pensamientos, de lo más superficial hasta sus miedos racionales.
Tu billetera ha realizado un viaje en otra dirección, mientras tu estomago te informa que tal vez hubiera sido una buena elección; las horas pasan y no existe el consuelo de algún oasis-bocadillo. Tanto café y las ausencias solo acrecientan la gastritis y el día parece ir más lento que en cualquier otro lugar.

Hay gente entrando, saliendo y saludando cada dos minutos; después de un rato responder el gesto es meramente un reflejo absurdo.

Tu sketchbook grita “vayamos fuera, vaguemos un poco” y prefieres cerrar lentamente la mochila, pues hay una pila de pendientes en tu escritorio que comienza derrapar; la junta se ha adelantado y un idiota insiste en saber que hay de nuevo; caes de pronto en cuenta que no te molesta su insistencia, lo que molesta es darte cuenta que simplemente no hay más. todo sigue un curso absurdamente lineal. El día no ha terminado, aún falta el regreso coincidir con los mismos extraños y transportarse en silencio.

Tu billetera ha regresado y te cuenta lo lindo de su día, el parque, las personas y las aves, pero estas cansado y simplemente quiere estar en algún lugar lejano, donde no existan días como hoy, te envuelves lentamente entre las sabanas hasta quedar dormido.

Al fin encontraste el despertador.