Llevo semanas muerto. es un
hecho, es algo que sucede, que se lleva a cabo durante la iteración de la
ciudad; las manos me han perdido el gusto y apenas y puedo moverlas, los ojos
se van en direcciones contrarias, incluso, no puedo terminar de enfocarme en lo
que quiero pensar del todo.
Me asalta el pesar; la náusea me
mantiene al margen de cualquier decisión. no he tenido la valentía de tomarla
por las acuarelas, del recorrerla con el suave pincel, de dejarle las marcas
entre las mejillas y la sien; llenarla de colores muchos, de la vibrante alegría
que poco a poco se va amontonando en las hojas.
Por el contrario, la voz quebrada
y las oraciones nocturnas, son la alarma perfecta para mantener en jaque a
cualquier frenético.
Supongo que ha todo esto, la única
constante es el calor, el calor que derrite y te hace estar más arraigado a la
tierra, la misma tierra que te amarra, te regresa el calor y lo jodio que le
haces todo los días, que te regresa por otro medio el veneno de tus acciones.
El eje central de todo esto, es
que el arroyo ha permanecido seco más tiempo de lo habitual, que el agua ha decidido
tomar un curso diferente, que los autos no saben nadar del todo y nosotros no
entendemos los símbolos de la naturaleza, así que nos complicamos inventando
uno ajeno a todo, uno que solo nosotros podamos deformar y sentirlo nuestro y
quebrarlo; esa es la finalidad de todo.
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