El teléfono ha sonado alrededor de
veinte veces y no estoy del todo listo para contestar, sé que en cuanto
conteste, tendré que despertarte y esa es la parte más difícil de tomar la
llamada. Llevamos alrededor de 4 horas en la habitación y la calma es espeluznante;
quiero decir de alguna manera el sueño te ha robado gran parte de esta interacción,
que por otra parte pasaría como una tarde en la biblioteca central, entre las
palabras de fotógrafos contemporáneos y dead pan. trataría de vivir la
experiencia de “entrar como un gatito” para dejar el menor rastro de mi paso
por tu habitación, que de tuya no tiene nada, más que las ropas regadas entre
maletas y el estuche de aseo personal en el baño. la vista panorámica que deja
ver de poco a poco un paisajillo regio, uno que las nubes y la contaminación
enmarcan entre el rojo de las emisiones.
Todo va de esta historia en la que C tiene una vecina, ya
sabes de ese tipo de vecinos que siempre están como al pendiente de todo lo que
sucede en la calle. entonces siempre era el ver a C, el verlo al amanecer y al
anochecer y mientras todo lo demás sigue ocurriendo en la calle. Olvide
mencionar que C tiene un problema con esto de los nervios y suele olvidar el
protocolo social para con sus vecinos, aunque eso no justifica las acciones de
su vecina. entonces un día C llega algo tarde a casa y ve a su vecina sentada
en el porche con la luz apagada y C como es algo de reacciones violentes le
grita “muérete” y sigue su rutina de llegada a casa y se prepara a dormir; el
asunto es que al día siguiente, C despierta con la noticia de que su vecina no despertó
nunca más y había fallecido en la mecedora.
So fnny ¿Verdad?
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