Aún recuerdo bien clarito esa
mañana, era un viernes; para variar estaba crudo y además estaba lloviendo. Mis
amigos seguían en su lugar. Justo al despertar la melodía invadió mi cabeza, no
estaba pensando en nadie en particular (pero hubiera sido lindo) porque ya
sabes era de mañana y todos seguían soñando con la celebración anterior,
enredados en sus problemas adyacentes.
Me encanta el silencio que le da la
lluvia a una ciudad como la nuestra –es nuestra, no podemos negarlo- le da una
pausa, un respiro, una melancolía que me parece entrañable. Detesto toparme algún
conocido mientras tengo una labor importante, sobre todo si me encuentro
indispuesto –indispuesto bien podría ser ebrio-.
Si mi familia decidiera llamarme
de vez en cuando para saber si sigo vivo, eso le daría un giro interesante a
las cosas.
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