Amanece la ciudad, como amanece
tu presencia; y se disparan los inciertos y la tos es persistente. Hay poco más
de 60 personas y todas tienen tu nombre, tu voz, tu cabello.
El sol se sigue, como dibujando
la línea de tu mano, la línea de la vida, del amor y de algunas viejas
fortunas. No hay lectura errónea en esta despedida, no hay improvisación en
este encuentro fúnebre. Más bien somos premeditados, premeditados desde que la
pintura, fotografías y chocolates. Este tipo de silencios, siempre me parecen
mortales, aunque debo admitir que me gustan, pues se puede saber todo de una
persona en un silencio, se quiere todo; ya todo ha sido dicho, no hay porque
hacernos tontos entre ruidos inaudibles.
Entonces, no hay nada más que
decir, por el contrario, nos queda mucho por hacer, nos queda la vida, las
flores, las alegrías y las tristezas, las caricias y los enojos, algunas
canciones que nunca vamos a terminar de entender, al igual que algunos nombres
parecidos de personas distintas.
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