Según mi reloj – que no es mío, más
bien es del internet- son las seis de la mañana de lo que es un viernes. Acá aun
es jueves, aun es febrero, hace algo de fresco con humedad y pronostican lluvia
para mañana. La ciudad sigue teniendo sus maneras de despertarte, como suelen
ser las sirenas de las patrullas o los ruidos urbanos causados por la gente que
se dirige al trabajo.
La ciudad ha tenido unos
amaneceres melancólicos. Supongo que esta directamente relacionado con mi humor
respecto a ti. Los lugares de siempre parecen ser más aburridos de lo habitual.
Los domingos suelen darme un terrible dolor de cabeza. No importa cuánto
camine, siempre logro toparme contigo, lo cual es terrible.
Por otro lado, la idea me
fascina. Los espacios bañados por la luz, reflejan algo de emoción. Conozco al
tipo de personas que se toman las manos y corren por los jardines.
Odio el sentido de pertenencia y
sus derivados estúpidos.
Odio la sensación de poder que suele tener la gente
idiota.
¿Por qué he de callar en los
momentos en los que quiero alzar la voz?
Voy a tener algo de repulsión lo
que resta del día.
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