Cuando veo a mí alrededor todo está en constante flujo. Cosas
comienzan, cosas terminan. Luego trato de imaginar que lo nuestro no comienza,
porque así no podrá terminar nunca. Podré seguir recibiendo tus llamadas en la
madrugada. Tus mensajes aleatorios. Tu mano en mi mano y tu boca en mi boca. Tus
palabras en mis odios. Mis palabras en tu piel. Mis pasos junto a los tuyos. Mis
brazos alrededor de tu cuerpo. Tu cuerpo junto al mío.
Las tardes bajo las lluvias de hojas en otoño. Los abrazos
en el frio. Yo queriéndote, o como sea gramáticamente correcto. Las impuntualidades
que le dan un aire de emoción al desgaste.
Los debates literarios en espacios inesperados. El correr
por los pasillos de la escuela. El correr por la calle. El correr a tu casa. El
correr hacia ti. Gritar tu nombre. La noche. El estar acostados en medio de la
nada.
El equivocarnos de dirección, no saber qué hacer. Tomar aliento
y seguir platicando. Bailar en cualquier lado que el ritmo nos alcance. El intercambio
de diarios, los sábados por la noche. Tu nombre en mi boca, mi nombre en el
viento.
Lo mejor de todo es que no tiene que terminar nunca.
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