Fue así como termine en terapia de grupo besando mi libreta,
esperando mi turno. La gente estaba tranquila. Algunos eran amables, pero eso
no lo sabrás porque no estarás aquí. Conocí a un tipo que se la vivía obsesionado
con el espacio, pues tenía un haiku sci fi. En el narraba sus aventuras a lo
largo del universo, mientras describía a una mujer y su relación. En medio de
tantas historias tristes me llego tu recuerdo cuando salí por un café. Estaba justo
apuntando mi nombre en la hoja de asistencia y luego me sentí perdido. Después de
algunos momentos me recobre de semejante perdida en el tiempo. Había pasado
casi 15 minutos y era mi turno al estrado. Estaba tenso, sudado de las manos y
con frió. Les recite algunas viejas historias de cuando solíamos salir y perder
el tiempo. Les dije cada uno de los detalles que siempre me impiden enamorarme,
las cosas que detesto de ti, las cosas que recuerdo y sobre todo lo que no
recuerdo. Lo que me agrada de estos sitios es que ellos nunca van a saber de quién
estoy hablando, pero después de decir algunas palabras sin ver al público, tragar
saliva y temblar un poco supongo que ya deberían tener una idea vaga sobre ti. Algunos
incluso cambiaron la expresión en su rostro. Así fue como concluí con mi parte
favorita, aquella donde les doy el sentido de número a las letras. Al finalizar
todo fue mejor, pero no podía detenerme y fue así como agregue un “muérete
perra”.
El café estaba bueno.
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