A veces mi sapiencia no me alcanza. Y no logro
entender las cosas que suceden a mí alrededor, desde pequeño fui un niño muy
curioso, mientras los demás niños jugaban futbol. Yo recorría los lugares
siempre intentando llegar más lejos, uno piensa que eso es el carácter y puede
tolerar cualquier cosa. Luego sigues intentando y nada ha cambiado. Y descubres
que no soportas ni la presión del viento sobre tu cabeza. Te sangra la nariz. Y
piensas que los viejos días, los viejos y buenos días, los días de comer manzanas,
coca cola y fritos. Los días de ser ilegal. Los días de no sentir el calor, ni
la contaminación, ni lo que dice la gente, de despertarte y no saber que jodido
día es, los días de no saber donde estas parado, de ver árboles y descubrí el
misticismo en ellos. De ver la regularidad de las secuencias que tiene la gente
y llegas a tener tu momento donde piensas que comprendes el lenguaje de la
naturaleza y que todo fluye. De caminar con miedo entre la ciudad pero miedo
del bueno de ese que te da adrenalina de no saber si te van a registrar, de no
saber si serás ejecutado. Miedo de conocerse ilegal y pasar.
El miedo de abrir el refrigerador y no saber si estabas guardando algo y sacando algo. Miedo de hablarles a las personas tan solo para estar parados bajo el sol.
De que no se espere nada de mí. De no tener expectativas. De estar tirado en la hierba sintiendo el sol sobre mi piel recordando no tener preocupaciones, sintiendo el aire, temiendo, respirando, volando, viviendo. De saber que tienes grandes sintonías pero eres una anomalía causada por el estrés de agosto, el frío y la lluvia. Saber que todo en el universo no tiene explicación peor que uno sabe cuál es en cuanto lo ve. Saber que no sé nada de la vida y sentarme por ahí en las plazas, sin que nadie me conozca y sepa nada de mí. De verlos pensar por que hacen lo que hacen, y dicen lo que escucho. Caminar, pero caminar por gusto no por reacción de negación.
El miedo de abrir el refrigerador y no saber si estabas guardando algo y sacando algo. Miedo de hablarles a las personas tan solo para estar parados bajo el sol.
De que no se espere nada de mí. De no tener expectativas. De estar tirado en la hierba sintiendo el sol sobre mi piel recordando no tener preocupaciones, sintiendo el aire, temiendo, respirando, volando, viviendo. De saber que tienes grandes sintonías pero eres una anomalía causada por el estrés de agosto, el frío y la lluvia. Saber que todo en el universo no tiene explicación peor que uno sabe cuál es en cuanto lo ve. Saber que no sé nada de la vida y sentarme por ahí en las plazas, sin que nadie me conozca y sepa nada de mí. De verlos pensar por que hacen lo que hacen, y dicen lo que escucho. Caminar, pero caminar por gusto no por reacción de negación.
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