I
Yo sé que muchos te han siempre
dibujado, quienes cantando a tu oído con una voz clara dicen que te quieren,
incluso quienes se apresuran a tus brazos llegan a tropezar con ellos.
Me gustaría tener la certeza de
excluirme, pero sé que no es así.
Entre el vaivén de transeúntes,
camiones y autos; entre los edificios con fachadas desgastadas, las horas fugándose
y los rezagados haciendo el balance de
la semana. La iglesia cerrada con las luces por toda la fachada y los candados
puestos. Todos esos reflejos en los vidrios vecinos y ninguna familiaridad.
II
De pronto todo pareciera una
ficción incontrolada, una ficción a la cual se le han planteado de lleno los parámetros
iniciales y se le ha dejado correr con libertad, jugando, alterando y
equilibrando las situaciones.
Entonces: tu voz en la oscuridad,
tu mano entre los peatones, tu voz entre la multitud, adiós huida, tu mensaje
mensaje.
Luego uno se encuentra con la plaza
desocupa, el museo con la calma de un domingo y la amabilidad desconcertante de
los pocos seres errantes.
III
De pronto tengo una ansiedad
incontrolable y la idea me embiste por enésima ocasión, son casi las 4 y
debería irme a dormir, pero dormir es algo que no quiero en este momento. La
luna se ha esfumado hace unos días y justo se encuentra en el proceso de reaparecer.
Lo único que quiero es escucharte y que me narres lo que sea que esté
sucediendo.
Luego tengo un momento de
claridad y la ansiedad parece tomar una dicción.
A momentos temo quererte tanto
que incluso pueda abrumarte, ya sabes, como cuando pones demasiada agua al árbol
que está bajo tu cuidado y termina por caer frente a ti. es la misma corrosión
proveniente de la humedad constante la que me mantiene despierto, el hilo de tu
voz es una travesía en aguas tranquilas, que con ciertas lagunas no puedo
evitar añorar.
No me queda en claro la obsesión que
solemos hacernos alrededor del agua, pero a estas alturas no quiero desviarme
con existencialismos; tu voz sigue flotando por toda la sala, invade parte del
comedor, lentamente se filtra por debajo de las puertas. Los perros en el patio
se dan cuenta de la situación y tratan de advertir, pero es demasiado tarde:
justo llegas hacia ellos. Calmos se recuestan y terminan de hilar el final.
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