La soledad es el parque por la
tarde, los niños en su papel de héroes deportista, las madres en sus micro-ficciones,
los silencios entre pregunta y respuesta, pues es ese momento donde todo puede
suceder y sin embargo no es así. el sol marcando la hora del regreso, de la
luna aproximación, de la noche latente. lejos del ruido urbano que quiere
robarnos las posibilidades y los transeúntes, que de este lejos parecen todos maniquís,
no hay nada más gratificante que recetarse un momento a solas entre tanta gente,
el no saber nombres ni esperar nada. con el riesgo implícito de parecer un maniaco
y no digo que no lo sea -solo que entre tanta gente viendo uno puede sacar su
lado menos favorable- lo soy a momentos, como todo en la vida, como todos en
la vida.
La espuma de la marea nocturna me
va acorralando, me mantiene a raya. aunque al final, siempre resulta que estoy del lado equivocado y la rabia
incesante de los nombres y sus promesas huecas. la náusea, junto con la peste;
sus múltiples definiciones de responsabilidad y sus ramificaciones para salir
de ellas bien librado. amo los espacios grises que dan pauta a una sociedad
como la que me ha rodeado los últimos días. sus corbatas mal ajustadas, sus
cortes de cabello frenéticamente exactos y el olor –dios, el olor- que se
desvanece al cruzar palabras. no soy de su calaña, ellos lo saben; yo lo sé.
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