Las cosas buenas se vuelven malas
mientras la noche se va acrecentando; no es una cosa meramente relacionada con
la contaminación radiante, el fuego
latente ni mucho menos las malas compañías. Son de las mejores historias que
uno puede cargar a su brazo. Entre tanto alboroto parece que han dejado de lado
el estado de alteración, alguien parece haber tomado mi brazo, mientras los
chicos siguen la fila para vomitar.
Hay alguien muy ebrio buscando
pleito, el barandal parece no tener respuesta,
se siguen armando de palabras, hasta que uno de los dos es sorprendido a
golpes. Justo en la cocina alguien ha pedido de cenar; a nadie parece
importarle la cena, han estado buscando desde un tiempo atrás algunas botellas
llenas, unas botellas que se encuentren listas para vaciar.
Justo va saliendo del baño, es la
que alentaba la fila, pues nunca terminaba del todo de vomitar. Es tiempo de
vernos extrañados; afuera sigues cayendo y quemándote entre cigarrillos, el
frio sigue igual de molesto como la lluvia. Lo que pasa, es que esto es
meramente rutinario, es una rutina mortal; no estoy seguro de quererme quemar
del todo. Tu nueva vida parece llena de complicaciones y ese es un riesgo que
estoy dispuesto a tomar.
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