La tarde se me escurre de entre
los dedos como una tarde más de otoño, sé que estas rondando por ahí, tú lo
sabes también, pero parece no importarte. Estoy a casi nada de ver arder al
mundo que nos rodea. Eso sería la explicación más lógica para un viernes, pues
estoy cansado de todo esto. Cansado del desánimo constante de quererte, no es
que no te quiera, más bien, es una labor muy pesada el querer por dos personas,
te quiero por ti y te quiero por mí. Esta doble situación va mermándome todo,
va quitándome poco a poco la atención que dejas a cuentagotas sobre la mesa.
No puedo pedir que me quieras,
pero bien si puedo pedir que dejes de aparecerte por estos lares. A donde vamos
en todo este alboroto, en todo este juego de niños, ya no tenemos 12 años, ya
no somos los mismos, nunca lo seremos. Los vestigios parecen una forma de melancolía
que va calando y se hunde hasta los huesos, que sale conforme se van
friccionando los espacios.
La única claridad que tengo
presente, es la del adiós y eso es lo único definitivo en mi vida.
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