De pronto es 1999 de nuevo y no
hay problemas económicos y si los hay, ni siquiera he podido notarlo, los niños
corren alrededor, incluso yo sigo corriendo y no hay nada importante. Ni la
sexualidad, no los destellos de malicia que surgen entre momentos de geografía.
Luego en medio de la asamblea, ya
es 2002; no he terminado mi almuerzo. Como es costumbre sigo de pie; como iba a
saber yo que después recorrería estas calles con un nuevo sentido. El no
saberte cerca, el ignorar es una dulce sensación de caos que apenas y puede uno
distinguir de la incertidumbre.
El mundo sigue de cabeza, al
igual que todo el año del 93. Uno se piensa enamorado, sin siquiera saber de lo
que hablaba. No tengo idea.
Después de que todo, la lluvia ha
venido acrecentando la noche, las estrellas bailan sobre nosotros, nosotros
bailamos bajo ellas, la ausencia de luz, los sonidos funk se vuelven contra las
paredes. Hay algunas tragedias cercanas, pero ninguna sobre la cual preocuparse
específicamente.
Podría decirte que soné contigo
toda la noche, pero la verdad es que tengo insomnio; me he pasado la noche en
vela, pensándote. Así ha venido siendo desde hace un par de semanas. Las mañanas
frescas son el respiro esencial para mantener esta rutina vampírica. Tengo un
vecino que también carece de sentido, las madrugadas suelen ser un dolor de
cabeza, uno que me agrada que me suceda, pues ni siquiera sé que hacer conmigo.
No quiero sonar como un fanático religioso, ni como esos románticos empedernidos
–aunque he pecado más de lo segundo que de lo primero-.
A estas alturas, el año ya no
importa, porque es el presente.
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