Justo al despertar, me invadió el
cansancio; ni el sol del mediodía, ni los ruidos del tren me hicieron
distraer. El cansancio que desde hace unos días ha venido siendo el huésped no
deseado, se alojó entre los huesos, va calando conforme va pasando la noche y
justo al despertar tiene la fuerza de todo el reposo posible. Ese cansancio que
me lleva meses de ventaja, justo después de tu partida. El que me va impidiendo
ver más allá de la habitación, el que me mantiene sedado entre sueños y
silencios.
Después de algunos días, uno
aprende a vivir con el cansancio, hace de tripas corazón y se traga todo el
cansancio que tiene; de cierta manera el cansancio se vuelve la fuerza central
de las labores domésticas cotidianas, de los empleos de oficina, de las rutinas
mediocres. El eje central de este texto por ejemplo es el cansancio mismo,
porque en un punto todo es tan cansado y aburrido que simplemente esperas
perderte y no saber nada durante un par de días, pero esto es un recorrido para
siempre terminar donde todo comenzó: el mediodía de un lunes apenas perceptible.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Por un momento piénsatelo bien.