Te voy a escribir esto, no porque sea mi turno de hacerlo;
más
bien quiero hacerlo.
Querida:
Siempre olvido que vives en el
futuro y que mi presente es un vestigio con retrasos ciclónicos de 2 horas;
vivimos en una situación incómoda –tal vez compleja- pues en esta diferencia
temporal, aún no nos conocemos; yo se que te he visto, tú me has visto también,
nos hemos visto perdidos en la ciudad, sin embargo no nos hemos reconocido. no sé
que estaré haciendo dentro de dos horas, ni siquiera tengo la certeza del
presente, pero tengo la certeza de que te voy a conocer y tú me vas a conocer,
nos vamos a saber el uno del otro como un camino que se recorre con gusto.
Entonces, solo nos queda el saber
que estamos al margen del tiempo y de lo que sucede –puede que no suceda nada-.
Este margen se va disminuyendo cada vez más, se vuelve escurridizo entre las
situaciones, se va alejando del presente.
¿Qué nos queda?
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