Son las 10:21 de un viernes de lo más común.
No hay persona
alguna en varios metros a la redonda.
Tengo algo de sueño – raro en mí- aunque creo que eso no les interesa.
Una libreta
en mi mochila, la cual no puedo utilizar y este bolígrafo que poco da a
cooperar.
Ha llegado alguien, pero nadie realmente que quiera
destacar.
En momentos “muertos” como este, me gusta tomar en cuenta
mis posibilidades, aunque realmente no cuento con ninguna.
Afuera hay una lluvia de hojas, silencios y frio.
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