Podríamos haber coincidió un par de veces en lugares comunes,
entonces tuvimos una especie de revelación. Te pedí un cigarrillo y dijiste que
no tenias con que encenderlo. No pasamos de algunas breves palabras, y siempre
me pasabas de largo. En medio de tanta gente podría ser usual. Pero siempre
tuve curiosidad. Hay mucho más. Conocer que te motiva a levantarte las mañanas
de domingo, que te obliga a irte a la cama temprano. Conocer cada una de tus manías,
y pequeños secretos que no le has contado a nadie. Saber que música te interesa
y que hace vibrar tu corazón. Que te hace sonreír y a que cosas les tienes
pavor. ¿Porque eres tan reservada? ¿Por que llevas el cabello recogido, si
suelto se te ve mejor? ¿Por qué es que no sonríes, se te escapo algún viejo amor?
¿Acaso es que alguien te ha herido? ¿Acaso fue algún amor anterior?
Todo esto me interesa, porque jamás me intereso saber las
cosas anteriores que ocupaban tu corazón, cada cosa simple cada detalle que
paso. Pero todo esto ha cambiado en aquella protesta que cruzamos miradas y
todo de pronto fue algo claro. No sé si es alcohol que tengo en la sangre o el frio
que en ese momento sentí, pero nunca me sentí más vivo que cuando gritabas a mi
lado muerte al mal gobierno. No conozco tu nombre y no lo quiero conocer, porque
tienes pinta de un nombre con agonía. Uno de esos nombres que surgen con muchos
problemas, más que gramaticales son del tipo que te dan dolor. Viene acompañado
de una larga historia de un chico que jamás te amo, con quien no te sentías viva.
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